Cuéntame de tu peor día y te contaré…

María Fernanda Armella
5 min readJun 12, 2021
Dedicado a Luisja, mi gran amigo. Te acompaño en tu dolor, hermano. Ilustración por @iuliastration

-Híjole Lalo ¡No vamos a llegar! y eso que me considero una persona muy positiva, pero siendo realistas, no la hacemos-

Eran las 2:00 pm en punto, Google Maps marcaba como “hora estimada de llegada 2:20 pm” y mi vuelo a la Ciudad de México partía a las 3:00 pm.

En mi mente, la resignación ya se asomaba. Buscar otro vuelo, llegar tardísimo a la ciudad, pagar hotel y alcanzar mi conexión a Cosa Rica a la madrugada del día siguiente. El panorama estaba claro y todo tenía solución, entonces ¿porqué estaba tan estresada? veía el tráfico moverse como en cámara lenta y mi ansiedad crecía. Mi conversación con Lalo escondía mi ansiedad. Entre bocinas y pitidos hablamos de sus hijos, de su mujer, de sus antiguos trabajos como chofer y de todas las aventuras que había tenido; y así mi mente lograba distraerse por momentos, pero recurrentemente volvía a darle órdenes a mis ojos de checar el reloj.

2:36 finalmente llegamos al aeropuerto, me despedí de Lalo y corrí hacia el interior del edificio. Por un lado estaba el acceso hacia las salas de abordaje y por otro, los mostradores de la aerolínea. Decidí en un segundo que se sintió eterno ir a los mostradores y evitarme el sprint en vano hacia la puerta de abordaje. Como era de esperarse, fui notificada que el vuelo ya estaba cerrado.

Pregunté por el siguiente. 9:00 pm.

Me fui a sentar, recargué mi mochila, la que guardaba todo mi equipo de foto y video, en la silla de enseguida y la que tenía mis cosas personales se quedó en mi espalda. Me senté con ella.

Saqué mi celular, chequé vuelos en otras aerolíneas.

Encontré el menos peor. 8:00 pm.

Lo reservé. Reservé también un hotel en la Ciudad de México.

Me quité la mochila de la espalda.

Respiré y dejé que se asentara el estrés.

Me reí mientras pensaba que ésta debía ser mi primera prueba, la que ponía en tela de juicio, qué tanto había aprendido en lo últimos años o qué tanto lo que decía sobre ese caminar “ligero y consciente” era congruente con la manera en la que abordaba las situaciones de mi vida.

-Creo que estoy pasando la prueba-, pensaba hacia mis adentros, mientras visualizaba 40 días de aventura en Costa Rica.

Tenía que hacer cambio de terminal, pero el estrés se había asentado de maravilla, tanto que estaba derretida en la silla sin poder moverme. El relax, post estrés, el tiempo sucediendo en cámara lenta nuevamente y de la nada ahí estaban mis amigos “los bailarines”, tan sorprendidos como yo por el encuentro. Venían llegando de viaje y gracias a mi demora, me los topé ¡Increíble! aparte de que tuve la oportunidad de abrazarlos y despedirme de ellos como se debe, me dieron un ride a la terminal que me tocaba.

Ya estaba definitivamente de mucho mejor humor. Llego entonces a la terminal C. Si, Vivaaerobus, si, parecía mercado, si, había una fila de documentación enorme, si, la documentación de mi vuelo abría en dos horas más (esto lo supe cuando me lo informó el chico del mostrador después de hacer una fila de 40 minutos para mi documentación fallida), y sí, la situación era “trágicamente” cómica, más para una persona organizada y muy puntual como yo. ¡Ja! Pero esto no me iba a ganar.

¿Cuánto consuelo puedes encontrar en un café?

Busqué un lugar para comer algo dentro de la jungla que era la terminal C, me pedí un cafecito, un panecito, saqué mis audífonos y empecé a observar a las personas del hábitat “aeropuerto”, con un soundtrack hermoso esta vez. Sonaba All of My Days de Alexi Murdoch. Y bueno, que les cuento “inhalando sé que inhalo y exhalando sé que exhalo”. Ahí estaba, congelada en el tiempo presente. Un señor ya grande se comía una magnum de chocolate con todo el placer del mundo, una pareja se daba un beso lindo, corto y sutíl, una monjita traía una guitarra en su espalda, la imaginé en el coro de la iglesia rompiéndola (claramente no la guitarra, querido lector, sino rompiéndola = rockeándola); un niño molestaba a su papá, confieso, el papá parecía fastidiado ¡La gente que viene y va! Un sin fin de situaciones perfectas sucedían frente a mis ojos. Le di un trago a mi café; capuchino con leche de coco. ¡Perfecto!

La siguiente canción comenzó. Coastline de Hollow Coves.

Me llegó un mensaje.

Era mi mamá. Me escribía para darme la noticia.

Era sobre un amigo, un muy buen amigo, de esos que no vez muy seguido pero que atesoras en el alma. Su mamá acababa de fallecer y yo hacía dos días lo acababa de ver en el hospital. No pude evitar llenarme de lágrimas. Lágrimas sin gesto. Lágrimas que nublan los ojos de la que sigue observando a los personajes del aeropuerto. Yo siendo otro. La chica que llora en silencio, sentada en la barra de la cafetería.

Coastline, la canción que sonaba, hablaba de un viaje, de emprender un viaje hacia la costa, haciendo referencia al viaje hacia el interior, el verdadero viaje hacia la libertad, la que no esta sujeta a tiempo ni espacio. Pensé en mi amigo, en su mamá, en el ciclo perfecto de vida y muerte que todavía estamos muy lejos de comprender.

No traté de hacerlo, solo me permití sentir.

Sonreí y más lágrimas salieron de mi ojos al tiempo que pensaba en lo que Luis daría por que sus problemas el día de hoy, fueran perder un vuelo. Un sentimiento de paz se apoderó de mí, había encontrado belleza en una situación “cotidiana” de estrés y juré que lo haría siempre, porque la mejor forma de honrar a la mamá de mi amigo, de honrar la muerte de otro ser, era viviendo mi propia vida con el corazón ligero, con el corazón abierto.

Tomé mi computadora y escribí por horas.

Recordé aquél libro. La levedad. La pesadez. La cerveza. El café.

No podemos vivir por los demás, pero ciertamente podemos acompañarnos.

Hice una fila de una horas más, documenté mi equipaje en esa jungla de aeropuerto, hice otra fila para accesar a las salas de abordaje, para enterarme de que mi vuelo estaba retrasado. 10:45 pm y con peligro de cancelación, de ser así perdería la conexión a Costa Rica, me dolía la espalda y ¿qué podía hacer?

Con trabajos y resistencia, elegí pasarla bien.

La vida así.

Tal cual es.

Extraña-mente-bonita.

Todo pasa. Ten paciencia. Nada es para siempre.

A veces las situaciones más simples y cotidianas, se vuelven las más aleccionadoras.

Click.Connect.

María Fernanda Armella Salinas.

--

--

María Fernanda Armella

Amante de la danza, la música y la fotografía. Aspiraciones: crear, crecer, viajar, vivir.